Alberto Salcedo Ramos/Periodismo
1)
Serás curioso. La
curiosidad es lo que le permite al reportero descubrir pistas reveladoras
durante el trabajo de campo y aprovecharlas. El grado de curiosidad que tengas
determinará en gran parte los alcances de tu exploración. Recuerda lo que decía Eça de
Queirós: de uno depende que la curiosidad sirva para descubrir América o
tan solo para fisgonear detrás de la puerta.
2)
Serás genuinamente
curioso. Un reportero puede programarse para ser curioso
durante el tiempo en que realiza su trabajo de campo, pero más le vale que lo
sea siempre y de manera auténtica. Que aunque no esté investigando para una
crónica sienta una gran curiosidad por el otro. Por los otros. Por lo otro. Por
todo lo que esté más allá de sus narices. Hay un proverbio campesino muy
sabio:“quien curiosea el nudo, aprende a soltarlo”.
3)
Continuarás siendo
curioso. Es decir, entenderás que cuando un buen reportero
satisface su curiosidad no siente ganas de acostarse a dormir sino de seguir
indagando. Una curiosidad lleva a la otra, y luego a la otra. El reportero
husmeador siempre encuentra motivos para plantearle nuevas preguntas a la
realidad. Y como es tan obstinado, a veces descubre puertas donde los demás ven
muros.
4)
Tirar la punta del
ovillo. Una mañana de 2002 un aguacero derrumba en Medellín un
árbol centenario de caucho, un árbol que en esa ciudad es un ícono del paisaje
urbano. Alertados por el ruido que produce la fronda gigante al chocar contra
el pavimento, los curiosos acuden en masa al lugar del suceso. Uno de esos
fisgones es el periodista Juan Miguel Villegas, que entonces cuenta apenas
veinticinco años. Varios trabajadores de la empresa de aseo aparecen de pronto
con seguetas eléctricas, dispuestos a despedazar el árbol para botarlo como
simple basura. Los habitantes empiezan a apoderarse de los restos del árbol. Y
el periodista tiene la curiosidad de seguirle el rastro a cada trozo de madera.
Va a un restaurante chino, al apartamento de una señora, a un taller de
carpintería. Ve cómo cada persona de esas utiliza el retazo que le tocó en
suerte. Lo que pudo haber sido una nota de registro sobre la muerte de un
árbol, se convierte en un relato original sobre la influencia del azar en la
vida de la ciudad. Volvemos a la necesidad de tirarla punta del ovillo, es
decir, a la curiosidad. Esa es la razón de ser del periodismo narrativo:
investigamos porque no soportamos la idea de quedarnos con ninguna duda.
5)
Intentarás ir más allá
de lo evidente. Los hechos y personajes de la realidad son
mucho más de lo que se ve a simple vista. Para el reportero conformista el
balín es un punto final, una pequeña esfera de plomo sobre la cual ya todo está
dicho. No se puede desmenuzar un balín, no se puede entrar en él. Salvo que
aparezca un reportero acucioso, por supuesto. El acucioso hace rodar el balín,
se da mañas para romperlo porque necesita averiguar qué tiene por dentro.
6)
Intentarás descubrir la
totalidad del Iceberg. Hemingway nos enseñó que los datos que
aparecen publicados en las buenas historias son una fracción mínima de la
investigación que recopiló el autor. La parte del iceberg que sobresale en el
mar – nos recordó – es tan solo un octavo de lo que mide en total ese témpano
de hielo. Los siete octavos restantes están sumergidos en el agua. No se ven
pero son los que sustentan la punta que está por fuera, a la vista de todo el
mundo. Lo que le permite a uno escribir con solvencia mil palabras es
investigar como si fuera a escribir veinticuatro mil. Y no lo olvides: aquí no
basta con saber que bajo el agua están escondidas las siete octavas partes del
iceberg: hay que conocerlas.
7)
Te preocuparás por
buscar los datos que no salen en Wikipedia. Utilizarás Google,
como hacemos todos hoy, pero tendrás claro que si esa es tu única herramienta
para hacer pesquisas estás perdido. Hay mucha información de calidad que no
figura en internet: tu reto es encontrarla.
8)
Buscarás datos de
calidad. Cuando John Hersey escribió sobre Hiroshima nos contó
a qué distancia exacta del epicentro de la explosión de la bomba atómica se
encontraba cada uno de sus personajes. Cuando Juan Villoro vivió el terremoto
de 8.8 grados que devastó Chile, nos informó que el sismo modificó el eje de
rotación de la tierra y el día se redujo en 1,26 microsegundos. Cuando Leonardo
Faccio escribió sobre el futbolista Leo Messi, nos advirtió que solo
veinticinco países en el mundo tienen un Producto Interno Bruto mayor que la
industria del fútbol. El contador de historias se tropieza con las mismas
cifras del reportero que escribe la noticia de primera plana, pero va más allá:
sus datos, además de informar, deben sorprender, iluminar los ángulos más
inesperados de la realidad.
9)
Irás más allá del
entrecomillado. Gran parte del periodismo que se hace hoy es
rehén de las entrevistas. Hablan los ministros, habla el papa, habla el
cantante de moda, habla el embajador, habla el director de la oficina de
atención de emergencias, habla todo el mundo, hasta el loro, y los periodistas
incluyen en sus titulares la parte de la declaración que consideran más
impactante. Cuando nadie habla, no hay noticia. Parece que no hubiera más
formas de acercarse a los personajes que a través del diálogo oral. Yo
pregunto, tú respondes, y ya está: pan comido. La crónica es un género
narrativo y, por tanto, va más allá de eso que Alma Guillermoprieto llama “el
síndrome del entrecomillado”. Contar historias – decía Robert Louis Stevenson –
es escribir sobre gente en acción. De modo que nuestra indagación trasciende
las entrevistas: acompañamos a los personajes, aprendemos a oírlos incluso
cuando no están respondiendo a nuestras preguntas, procuramos verlos
desenvolverse en sus espacios habituales. En una palabra, intentamos ser
testigo de escenas, de muchas escenas.
10)
Te acercarás a los
cuernos del toro: La crónica no es un género para periodistas
aburguesados, de esos a los que ya les da pereza recorrer leguas de camino y
untarse de barro. Volvamos a Hemingway: “La distancia entre el toro y el torero
es inversamente proporcional al dinero que el torero tiene en el banco”. No
tengo nada contra tu cuenta bancaria pero sí contra el hecho de que ya no
quieras acercarte a la zona de candela. La realidad es un toro al que hay que
agarrar por los cuernos.
Redactor:
Alberto Salcedo Ramos
Vía:
El Puercoespín
No hay comentarios:
Publicar un comentario