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Libro de Buen Amor, fuente de imagen: seronoser.free.fr |
En la primera parte de este comentario sobre el Libro
de Buen Amor, publicada la semana pasada, hice una introducción para
entender un poco las particularidades de la Edad Media, que fue la época en la que se
escribió el libro comentado.
Luego, con el antetítulo Las dos
caras del Libro de Buen amor, indiqué las características resaltantes de su
historia y personajes.
Hoy quiero, con esta entrada, continuar comentando la técnica y la manera de estructurar las ideas del
escritor de la publicación, Juan Ruiz. Comencemos.
¿A qué apela Juan Ruiz?
Las fábulas fue
el modo típico de enseñanza de los griegos, las usaban para sensibilizar al ser
humano, para hacer que reflexionará sobre sus acciones. El arcipreste tomó este
modelo que presenta la estructura de relato-moraleja, este uso permite la
difusión del saber popular. Cientos de refranes existen entre los 1718 versos
que completan la obra. La sabiduría popular se evidencia en los consejos sobre
el bien y el mal, sentencias cortas que van directo al grano:
“Fue la dueña guardada cuanto su madre pudo;
yo no la podía ver así, tan a menudo;
muy presto yerra el hombre que no es agudo
o piensa bien lo que hables o hazte el mudo”
Verso 922 del Libro de Buen amor.
Como podemos
ver, la parte subrayada es un refrán que no necesita mayor explicación.
Los ancianos
suelen hablar de esa forma, ¿quién no ha escuchado a su abuelo decir que más
sabe el diablo por viejo que por diablo?, al oír y reflexionar un poco se
consigue el significado, eso perseguía el arcipreste a través de las fábulas y
la sabiduría popular.
Todo ese
conocimiento adquirido en los libros, de la manera con él lo aprendió, era muy
difícil de comprender para el vulgo. La genialidad de este escritor está en la
forma de estructurar su obra, de expresarse con versos imitando al juglar pero
llevando un mensaje bien planificado, producto del intelecto.
Este libro es un juego
entre Dios y el diablo donde el arcipreste funge como arbitro y se escuda en la
sabiduría de los filósofos griegos para acallar la sospecha de un posible
fraude. También sirve de peón en la tabla de ajedrez porque se escarnece a sí
mismo. O quizá, esa forma de evidenciarse no solo sea su reflejo si no el de
todo un colectivo que guarda las apariencias ante los feligreses pero bajo los
hábitos se enciende una llama incontrolable.
Me recuerda a La
ciudad de los herejes, una novela del argentino Federico Andházi, donde los
clérigos desataron sus pasiones dentro de un monasterio y luego escaparon
llevándose consigo a las monjas del convento vesino. Cuando estuvieron fuera,
muy lejos de esos muros, alejados de del ojo escrutador del abat y a la
abadesa, hubo una especie orgía en pleno bosque. Muchos de ellos solo habían
fornicado con sus congéneres, no por gusto sino por necesidad.
Hasta esa noche
se consideraron vírgenes porque nunca habían compartido la intimidad con el
sexo opuesto. O también, la novela Justine o los infortunios de la virtud,
escrita por el polémico Marqués de Sade, donde la protagonista luchó contra
viento y marea por conservarse virgen pero las circunstancias del destino
hicieron que se entregara a la fuerza a unos clérigos que la mantuvieron
secuestrada muchos años, para practicar la lascivia.
Sexteto de la vida o la condena
El escritor
acude a la conciencia humana para hacer mella y llamar a la obediencia. En el
prologo menciona cuerpo, alma, voluntad, memoria, entendimiento y flaqueza.
Pero, ¿cómo brega cada uno eligiendo entre el bien y el mal cuando cada
elemento participa en la determinación de hacer o no tal cosa?
Según mi nada
docto entender estos elementos conviven dentro del cuerpo. Pero el cuerpo tiene
piel y percibe a través de los sentidos que reaccionan ante un estímulo. El
cerebro maneja maneja las facultades conscientes de la inteligencia y el
entendimiento, puede aceptar o rechazar. Controla la voluntad y la ordena al
punto de rehuir o admitir comportamientos.
La memoria también desempeña un
papel importante porque recuerda casi todo tipo de directrices que registran
normas para el comportamiento; no obstante, la memoria puede convertirse en una
espada de doble filo porque así como recuerda el dogma, tampoco olvida las
delicias del loco amor del mundo. Puede usarse en pro o contra dependiendo de
la voluntad.
Volviendo al
sexteto planteado por el arcipreste, El DRAE 2001 define el entendimiento como la potencia del alma en
virtud de la cual concibe las cosas, las juzga e induce y deduce otras de las
que ya conoce. Razón humana., pues. Por otro lado, conceptúa el alma como el
principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e
intelectual de la vida. Aunque cada una de estas partes tengan un nombre propio
se mezclan e influyen en la actitud humana. Pero no perdamos el norte, para las
religiones medievales de Europa, el alma es un ente espiritual incorpóreo e
inmortal que poseen los seres humanos, la vida del cuerpo.
Otra vez nos
encontramos con la duplicidad, porque un alma sin cuerpo no existe dentro del
plano físico y un cuerpo sin alma es materia inerte propensa a la putrefacción.
Cuando el alma ocupa un cuerpo se expone a sentir deseos humanos; deseos contra
los cuales la iglesia medieval ha orquestado una maquinaria depuradora llamada
Santa Inquisición o tribunal del santo oficio, un monstruo concebido para
erradicar el pecado del mundo, sobre todo aquellos relacionados con el amor
cortés y el sexo.
Ahora bien, ¿qué
sentimiento puede ser más humano que la flaqueza? Mucha veces el ser humano
sabe que sus acciones son mal vistas pero aún así las ejecuta, conoce las
consecuencias de sus actos pero igual se deja arrastrar por las tentaciones prohibidas accediendo así
a las delicias del placer.
Precisamente
está ahí la recompensa del cristianismo porque si resiste al pecado, Dios
premiará el esfuerzo concediendo la salvación del alma. Ya me imagino como
serían esas batallas internas entre quienes realmente amaban a Jesús. Eso por
una parte.
Por otro lado
está el miedo a ser descubierto obrando para satán y lo consideraran hereje, lo
que desembocaría en una tortura espantosa, escarnio público, la deshonra y,
como si fuera poco, la perdida definitiva del alma. Con motivos así no es
extraño que algunos reprimieran el deseo de la carne.
Buen amor y loco
amor, más allá de parecer caminos opuestos, son los extremos de una cuerda
sobre la que intentó caminar el medievo
como equilibrista, intentando no resbalar y caer en el vacío; son un
reflejo de la vida humana.
Fuentes consultadas:
-Arcipreste de
Hita, Libro de Buen amor. Versión de Enrique Hoyos. Editorial Panamericana.
- Suarez
Fernández, Luis. Manual de Historia Universal Tomo III (Edad media). Editorial
Espasa Calpe 1958.
- Diccionario de
la Real academia española, año 2001.
- DE Riquer,
Martín y Valverde José María. Historia de la literatura Universal Tomo III (
Literaturas de transmisión escrita) año 1984. Editorial Planeta.
- Grimberg, Carl.
Historia Universal Tomo XIII Época ojival. Editorial Bohemia 1967.
- Canavaggio,
Jean. Historia de la literatura española,1: Edad Media. Editorial Ariel año
1994.
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