Por: Elseny Martínez
Literatura/@elsenyelisel
La literatura está, pues,
entre nosotros, no importa que cerremos o encerremos o quememos los libros en
medio de un inventario de cura y barbero, ella siempre nos perseguirá, porque,
a pesar de Barthes, la literatura no es un “ser de papel”, sino, parafraseando
a Nietzhe, es un hecho humano, demasiado humano.
Me preguntaron qué era la
literatura, no sé cómo contestar. Puede deberse a que sé muy poco o nada de esa
sensación, pero decir sensación es otorgarle un significado. Como
me gustaría dar una respuesta inteligente, una sin lugar a dudas.
La
libertad de crear un mundo alejado de este entorno, cargada de tantas
realidades. Me imagino pasear junto a Platero,
cuando iba orgulloso con su dueño por las callejas del pueblo, y los campesinos
lo saludaban.
Cuando leo un libro, un buen
libro, uno que me atrape, es como si viviera otra vida.
Recuerdo a la valiente Inés Suarez en
la travesía hacia el Nuevo Mundo, al que iba en busca de un marido perseguidor
de El Dorado, resguardado en tierras americanas. Aquel viaje para cualquier mujer de la época habría sino una locura,
para Inés no. Sino hubiese viajado habría muerto vieja sola y olvidada, en
el seno de una familia conservadora.
Mis
ojos se paseaban ávidos sobre las líneas que me susurraban sus aventuras, junto
a Pedro de Valdivia. O mejor, sentía los ardores de la pasión y el amor
de pecho de Inés, la rabia con la que los indios tensaban sus arcos para
combatir contra los arcabuces españoles. Inés loca de celos, al saberse
cambiada por otra y el amor con que Rodrigo
de Quiroga aceptó su propuesta de matrimonio.
Por aquellos días ya era tan
valiente como Inés, a quien no le importó cambiar por el monte arriesgando su
vida,
Pero íbamos en busca de tierras, de futuro y de El Dorado, era necesario.
Todo
sucedió en la casa o en algún pasillo de la universidad o sentada a un lado de
la escalera. Era como tomar el ticket para viajar a cualquier época. ¿Y
qué decir de la casa voladora de Osuna? Se parecía mucho a la mía, sin mucho
dinero pero con tanto que enseñar.
¿Cómo olvidar al medico de
los muertos de Julio Garmendia? Recuerdo haber visto a la muerte como un gran
alivio para la vida. Vivir la vida de un muerto no es sencillo,
sobre todo si la gran ciudad te resta espacio para disfrutar el descanso
eterno. Y es que los habitantes del camposanto temes sentir síntomas de vida, a
esos dedos descarnados les aterra sobremanera vivir de nuevo.
Para
mí, el mundo no se reduce a esta realidad que vivo día tras día. Existen mundos
por doquier a toda hora. No me basta con
vivir y tocar lo tangible, existe un hecho humano más humano que yo misma, intocable
vive dentro de cada uno.
Puedo
crear un mundo a partir de lo que conozco y soy capaz de crear lo que esta
realidad material cree imposible. Todos
podemos.
Eso es literatura, la capacidad
de construir otras realidades alternas, la oportunidad de vivir vidas ajenas a
partir de una buena historia o poema.
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