Por: Luis Perozo Cervantes
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Para
comprar un libro en Maracaibo hay que emprender una aventura. Siempre he
pensado —junto a otros más ilustrados— que el libro te encuentra a ti, y nunca
al revés; pero esto no limita la oportunidad de salir de cacería: buscar libros
en Maracaibo.
Mientras
más específica sea tu búsqueda más imposible será tu hallazgo. Es
conocida la oferta de libros en la ciudad: un puñado de librerías como las
Europa, las Aeropuerto, las de El Quijote, las Nacho; la pobre e indefensa
librería Cátedra Libre de la plazoleta de la Facultad de Humanidades; La
gigante TecniCiencia; las menos conocidas Punto y coma, El Prado,
Metropolitana; aquella librería clandestina en el centro comercial Indio Mara;
la socialista Librería del Sur que está en la calle 72, el desguazadero de
libros conocido como El Emporio del Libro, bajo la dirección del poeta Carlo
Maglione; los vendedores de usado que se sientan los pisos de los antiguos
centro comerciales del casco central, entre ellos el amargado, pero siempre
surtido, Roberto Simancas; los chamos de libro usado que son corridos
constantemente de los pasillos de la Universidad del Zulia; las imposibles
librerías ambulantes de semáforo, que nacieron cuando Pablo Coehlo publicó su
último libro (un libro fusilado, pero con una distribución increíble); los
quiosquitos de periódicos que aún venden los libritos del horóscopo y las casi
nulas ofertas editoriales de los periódicos locales. Esa es la oferta librera de nuestra ciudad.
Pero aún así, con esta
variedad de colores, ninguna de ella es capaz de brindarnos un surtido
contraste de ideas impresas. Ni la Librería Europa del centro Comercial Costa
Verde (quizá la más surtida de la ciudad) puede respondernos. Esto no es verdaderamente un problema para
quien este en la búsqueda de sana diversión lectora, pero si para quien se
interese en los libros como forma de vida o refugio ante las inseguridades del
mundo. No hay forma de conseguir En
busca del tiempo perdido de Marcel Prust; es una odisea conseguir El Ulises de James Joyce o toparse con
una obra capital para disfrutar de la literatura contemporánea y de su
pensamiento, como Los detectives
Salvajes de Roberto Bolaño.
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Ni
habla de Villas-Mata. Más difícil aún conseguir la obra de los
escritores jóvenes de la ciudad, o de los ya consagrado escritores marabinos
(de Norberto olivar no aparece El príncipe negro). Por ejemplo, comprar un
libro en el Fondo de Publicaciones de la Universidad del Zulia es una falta de
respeto a la inteligencia: hay que llevar el Boucher del depósito bancario para
poderlo adquirir. ¿Quién va a comprar
así, la antología de Udón Pérez que ellos editaron?
De cosas como estas deberían
preocuparse las autoridades de cultura de la ciudad, el estado y la nación.
También las universidades. De estos
detalles deberían ocuparse los lectores. Los empresarios deberían tomar en
serio sus librerías, y surtirlas de títulos de la misma forma en que las surten
de bolígrafos.
Comprar
un libro en Maracaibo es un sueño realizable: sólo falta un poco de suerte, de
paciencia y de reclamo. Comprar un libro en Maracaibo es el
primer paso para la Maracaibo poética
proponemos y queremos. Hagamos posible este enunciado. Mientras más leamos y
más preguntemos por libros extraños, más evidente será la necesidad de
venderlos. No perdamos el ánimo, quizá después de leer esto a alguien se le
prenda el bombillo y se vuelva lentamente millonario. Comprar un libro es una aventura, hay que disfrutarla.
Fuente:
#MaracaiboPoética
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