Por: Elseny Martínez
Literatura/@elsenyelisel
No habría mejor forma de
comenzar este comentario que con una breve introducción del Renacimiento
europeo y cómo influyó en la vida y obra de los escritores de la época, pero me
temo sería llover sobre mojado. Cualquier libro de Historia de la literatura,
de Historia del arte o un manual de lengua y literatura explicaría mejor el
contexto del siglo dorado de las Letras.
Desde
aquí, con humilde y poco docto entender, trataré
el sentir de un individuo como cualquier otro susceptible de pecar, airarse,
llorar, desear y, sobre todo, amar intensamente; un mortal dotado con el no
sé qué de la poesía, un don que pocos pueden entender.
Garcilaso de la Vega fue un
hombre de armas y gran poeta, quizá el mejor del Renacimiento, su
obra fue poca pero célebre no en vano el
mundo lo reconoció como el príncipe de los poetas; sin embargo, sus
escritos se publicaron después de su muerte.
Pero
hoy me niego a verlo como el titán demoledor, el Cronos capaz de destruir y reconstruir un género, de parirlo, de
recrearlo; sino como el poeta enamorado,
sencillo, elegante, caballero cortés, y que se deshacía en suspiros y lágrimas,
escribiendo versos para un amor prohibido: Isabel
Freire, a quien dedicó casi la totalidad de su obra compuesta por ocho
coplas, 40 sonetos, cinco canciones, dos elegías, tres odas latinas, tres
églogas, tres cartas y su testamento. [i]
Lastimosamente
nuestra sociedad actual confunde el
significado de poesía con el hecho de trazar con un lápiz sobre papel,
escribir muchos mensajes de texto o encontrar frases bonitas de amor en la
Internet y enviarlas para conquistar a un corazón pretendido.
Incluso
existen artistas del género urbano musical en boga que solo por cantar “Por ti me he vuelto un poeta”, creen ser los padres del romanticismo o,
aún peor, del difícil arte de escribir poesía. Vientos pasajeros olvidados
con el tiempo, porque no son más que frases
hechas bien mezcladas, armonizadas con el ritmo musical de la gran industria
cultural publicitaria que cada día produce en masa lo que gusta al cliente,
lo que vende y genera divisas en la radio, la televisión y la multimedia.
Y
a veces pareciera que escribir poesía resulta de un acto de pensar tonterías. ¡Cuán perdidos nos podríamos hallar de no
conocer a los verdaderos poetas!
¿Y qué es la poesía?
Eugenio Montejo la
describía como una deidad que nada pide, ni si quiera palabras. Pero quizá esa
definición solo pueda entenderse a través de la misma poesía y, como se dijo al
principio, es un lenguaje que pocos entienden.
La teoría literaria enseña
el lenguaje metafórico, una de las principales armas de la
literatura en general, pero también presenta dentro de esta gama el lenguaje
poético que es una forma de escribir a
partir de las metáforas y las figuras retóricas; repleto de significados
polisémicos y que origina al arte de la poesía. Aquí precisamente podría
encajar un concepto de poesía que no
provenga del diccionario sino de la dicha de entenderla en su estado más puro,
el pensamiento.
La poesía es imagen hecha
palabra. Es poder imaginarse a través de esas palabras un cuadro
con la escena del suceso. Representa la posibilidad de abstraerse de la
realidad y creer en lo imposible, en lo probable, pero también de sentir todo
aquello que el poeta dice si podemos ser sensibles ante la lectura de sus
sentimientos
¿Cuántos
estamos dispuestos a aceptar un pacto de creencia entre autor lector? De que
sin importar si es falso o no, sentirlo como verdadero. Porque más allá del
papel o del libro en sí, existen sentimientos con los cuales identificarse.
Hay
quienes piensan que la poesía se basa solo en lindas palabras y que ésta es
pura fantasía, tomando fantasía en el peor de los sentidos. Fantasía fútil que
cualquiera podría producir si se sentara una tarde a cavilar. A cuántos he escuchado decir que la poesía es
mentira, inclusive la confunden con un delirio. Claro, es más fácil desdeñar de
algo cuando no se entiende.
¿Qué sería de Garcilaso si
resucitara en el siglo XXI? Al escuchar una canción o
ver nuestros bailes pensaría que está en
un burdel gigante. O quizá al ver las tabletas o los Blackberry y lo
distantes que somos gracias a la tecnología, no hallaría mucha diferencia entre la ausencia y la presencia. Pero
no es esta la materia que trataré, para este caso baste saber que para entender la poesía hay que leer poesía,
pero la verdadera.
La poesía garcilasiana está
empapada de Renacimiento no solo por el simple hecho de originarse durante el
siglo XVI sino porque una de sus características principales es que toma al
hombre como el
centro del universo. No veremos a un Garcilaso
preocupado por el destino de su alma después de la muerte, como sucedía en la
edad media con la mayoría de los escritores.
Lo religioso pasa a segundo plano y el hombre empieza a razonar sobre sus
acciones, comienza a buscar en los orígenes de la antigüedad y de los griegos
sobre todo
Continúa en la próxima
entrega…
Bibliografía:
- Historia
de la literatura española Tomo II. Obra dirigida por Jean Canavaggio, Ariel
1993.
- Lengua
y literatura. Raul Peña Hurtado y Luis Rafael Yepez 1988. Editorial Escolar
(Discolar)
- Garcilaso
de la Vega, Obra completa. Edición de Guillermo Suazo Pascual. Editorial
Edaf.2004.
Notas
[i]
Es lo que se resgistra en
la edición de Obras completas de Garcilaso de la Vega publicada por la
editorial Edaf, de la mano de Guillermo Suazo. Edición de 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario