domingo, 7 de octubre de 2012

Construida por el pasado



 Por: Elseny Martínez   
 Literatura/@Elsenyelisel

Durante años he guardado recuerdos de mi vida, recuerdos para mí olvidados y que solo algunas veces, en medio de un episodio aparentemente casual, cuando saltaban en mí     sensaciones inexplicables, abrían las cajitas de los archivos de mi memoria. Puedo recordar los momentos del pasado porque en efecto sucedieron, pero no recordarlos vanamente como quien se acuerda del almuerzo del día anterior. Nada más lejos. Se trata de revivir el momento como si se viajara a través del tiempo para sentirlo como si fuera la primera vez. Eso lo provocan las sensaciones desatadas por los recuerdos ocultos en los objetos, y que no resucitan a menos de que los encuentre.




Entre mis viejos apuntes de teoría literaria, me he topado con Marcel Proust: un escritor que hoy me ha enseñado sobre la memoria. Prefacio es uno de sus ensayos donde trata este tema. Pero ¿qué es la memoria? ¿quién sería sin memoria?

Siempre había pensado en ella como en un archivo de recuerdos, y en cierta forma es así; pero las sensaciones que experimento al revivir una experiencia me permiten resucitar lo ya vivido. Es la evocación del pasado.

Proust mencionó las horas muertas. Se refería a esos momentos vividos que creí olvidados, pero no. Esas horas inertes, desechadas por mí,  son aquellas que se ocultaron en el sonido, en la arena o en un olor que encontré por suerte. Esas mismas que me hicieron revivir momentos enterrados en el olvido. Según Proust, los recuerdos están ligados a los objetos y estos nos transmiten sensaciones. Solo recuerdo aquellas sensaciones que marcaron mi vida, mis recuerdos están inmersos en el mar de la memoria y cobran vida cuando hallo el objeto guardián de su esencia; y esa esencia me impregna resucitando un cadáver sepultado en el cementerio del pasado. Entonces me doy cuenta de que esa esencia no es solo un recuerdo sino que la reconozco como una parte de mí, como la esencia de un pasado que no es otra cosa sino yo misma.

El arte es una impresión proveniente de los sentimientos. Es esa habilidad de plasmarlos en una obra de modo que estos puedan ser vividos por quien aprecia la pieza artística. El arte despierta la sensibilidad de los seres humanos porque está hecho de la esencia del ser y esa esencia es el secreto de los recuerdos: Los sentimientos.

Ahora comprendo la mirada del gato negro en la cocina, cuando tratando de escapar estiró el torso hacia arriba, reguindó la pata derecha sobre el marco de una vieja ventana polvorienta, oxidada por los años. Un maullido le siguió al saltar. Después volteó la cabeza para mirarme con sus ojos de diamante. Entonces recordé que ya había visto esa mirada una vez en un sueño que creía olvidado. Eso no lo hubiera recordado la inteligencia porque escapa de su campo.

La inteligencia es la capacidad de entender, de comprender a partir de un razonamiento lógico, las situaciones de la vida; con ella se solucionan objetivamente los conflictos. Pero es incapaz de comprender esa esencia única del arte que son los sentimientos y las emociones que desencadenan. Solo fuera de ella el escritor, el poeta, el pintor, el vate, el cantante, en suma, el artista puede captar algo de sus impresiones, de sí mismo, como lo afirmara Proust. 

Aunque la inteligencia me sirva para desempeñar algún trabajo o para razonar -y no hay que desdeñarla- poco me sirve para comprender las sensaciones provenientes de mí misma, de mi interior, y que yo soy incapaz de explicar.
 
Cuando guardamos sensaciones en los objetos lo hacemos inconscientemente porque si nos percatamos de ello  todo sería cerebral: un vacío de poesía.

Lo que parece nimiedad ante los ojos del común, para el artista puede ser lo más importante. Todo depende de las sensaciones que le transmita el objeto, porque el artista actúa en pos del impulso; ese sentimiento natural que lo lleva a sentir y a plasmar sensaciones de manera espontánea. Un instinto intrínseco en su ser.

Estoy hecha de pasado pero pretendo ser el futuro. El presente pasa con la velocidad de la luz ante mis ojos, no lo puedo ver pero existe porque lo vivo; pero corre tan velozmente que tras un chasquido se transforma en lo ya sucedido.  El futuro es incierto, una esperanza de permanencia que nunca llega porque al materializarse se convierte en presente y a su vez en pasado. El pasado  permanece  porque ya sucedió.

Soy mi pasado, soy mis recuerdos.

Si no sé quien soy ni de dónde vengo ¿cómo podré afrontar el futuro? La identidad es parte fundamental del ser humano, los recuerdos constituyen el rompecabezas de quien soy ahora. La memoria es mi archivo de secretos donde acojo sensaciones que me recuerdan que estoy viva, que me permiten conocer el recorrido de mi caminar a través de los años. Sin memoria  estaría perdida en este bosque salvaje al que llamo mundo. Sin mi memoria mi vida se reduciría al vacío.



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